jueves, 23 de noviembre de 2017

Primera taza de café.


Ciertas personas preferimos mantenernos invisibles ante el mundo, no es que seamos cobardes o en cierta forma lo somos, pero comenzaré por omitir la parte de "no somos cobardes" porque si lo somos, al menos yo lo soy.
Alguna vez han soñado con un trabajo en casa? Sin poner un pie después de la puerta?... yo si. Sería el trabajo perfecto. No tendría que cruzarme con el Señor de la mano doblada, o con los trabajadores que esperan su transporte 3 cuadras después de la mía, tampoco tendría que tomar un autobús, recorrer un pasillo entero como si de una pasarela con zancos se tratara. Estoy segura que el chofer disfruta esos bailes ridículos que hacemos todos al caminar mientras el esquiva baches, frena, acelera. gira y canta. Tampoco tendría que saludar al señor de la caseta, a mi jefa la señora de las uñas enormes, a mi compañera Yema, en realidad se llama Clara y ese apoyo se lo eh dado yo, suena estúpido y algo infantil, pero no importa cuando nadie más que yo lo sabe. O si, casi lo olvido, si trabajara en casa no tendría oportunidad de ver al chico melena.

- Vik quieres estar a cargo de la caja hoy? - sonrió con la mano en la cintura mi compañera
Yema, ella me llamaba amiga, pero yo no estoy segura de eso.
Negué rotundamente, prefería quedarme tras esa pequeña barda que separa a todas esas chicas y chicos de mi. - Estoy bien con la plancha, amo el calor - realmente odio el calor, pero odio más hablar con las personas, entablar una conversación y preguntarles que "¿Que deseas ordenar?".

Pues si, mi trabajo no está en casa, está en una de las 5 cafeterías de mi Universidad, la más lejana, la que está cerca de la alberca y el laboratorio de microbiología.
Llevaba 5 meses trabajando ahí, desde el inicio del semestre y sólo una vez había estado en contacto con los clientes y para mi mala suerte esa única vez me tocó atender al chico melena. Un mes después de comenzar a trabajar ahí, después de terminar el trabajo, salí por la puerta trasera de la cafetería con dos enormes bolsas de basura, nunca me explicaba porque siempre había tanta. El conserje me hizo una mala jugada ese día, cambiando el bote de basura hasta el otro extremo, y cuando digo el otro extremo me refiero a la parte frontal de la cafetería. Aquel día me sentía una poco más valiente o un poco menos cobarde que los demás, tomé un respiro y caminé hacia aquel bote de basura.

De pronto y sin aviso el rechinido de la llanta y la fricción con el asfalto me hizo encoger de hombros y soltar ambas bolsas de basura.
- Lo siento, estás bien? - no supe que pasó en ese momento, pero estaba aturdida, el seguía hablando - Te eh lastimado? Estas molesta? - el contacto de su mano tibia me hizo salir del transe y dar un pequeño brinco hacia atrás.
-Si, si, estoy bien - mi respiración estaba agitada, descontrolada, algo descompuesta. Una oleada de aire frío acarreó hasta mis fosas nasales aquel perfume masculino combinado a jabón y menta, mi respiración se descompuso un poco más.
Aquel día fui un poco menos cobarde, alce la mirada hacia el dueño de aquella embriagante combinación de olores. Ojos café claro, cabello castaño ondulado un poco más arriba de los hombros, piel limpia y clara más no blanca, mejillas rosadas, labios un poco hinchados y amoratados por el frío, un pequeño lunar en la mejilla cerca del rabillo de su ojo derecho. No supe con exactitud cuanto tiempo pase observándolo, pero sin duda se dio cuenta de mi recorrido turístico por su rostro. Él bajo de su bicicleta y recogió ambas bolsas de basura, me dejó parada justo ahí y se dirigió hasta el bote donde deposito aquel cerro de basura. Antes de que regresara. me di media vuelta y comencé a caminar con calma y prisa en el pecho hasta la puerta trasera de la cafetería "Oye..." escuché antes de entrar sin dudarlo un poco, era él, me estaba llamando a mi.
A caso ¿Quería saber mi nombre?, ¿Cuál es mi café favorito?, ¿Libro favorito?, ¿Música favorita?

-Vik... Una crepa de mermelada de fresa para llevar.
- Enseguida.. - respondí sin ser vista. - Una crepa de mermelada de fresa lista!
- Gracias hermosa - sonreí a aquel cumplido que jamás me había creído, ella siempre lo usaba para referirse a las chicas que le agradaban. Sentí una fuerte mirada desde el otro lado de la caja, ahí estaba él, quien había arqueado ambas cejas, quien tenía su largo y tibio brazo sobre el hombro de la chica de la crepa de mermelada de fresa, él, el de los ojos bonitos, el que se suponía que me preguntase mi libro favorito.
- Gracias, ¿te eh dicho que aquí hacen las mejores crepas? - cuestiono al chico melenas con una sonrisa, blanca y bonita sonrisa.
Como toda una experta en escapadas, me adentré en la oscuridad detrás de aquella pared de 2 metros cuadrados. Con la respiración pausada, compuesta pero decepcionada... Jamás nadie como él me preguntaría por mi libro favorito.

... - Oye...? - Una vez más esa misma voz, y esa misma palabra, ¿A caso no sabía decir más que eso?
- El siguiente... - Ordeno Yema
- Gracias Clarita - contestó ella, la chica de la sonrisa bonita, y se fueron.